Mi lengua hablará de Tu alabanza todo el día, que no haya mentira en ella, porque todo lo que mi lengua pronunciará es alabanzas a Dios.
Con mi lengua hablaré de la justicia majestuosa de mi Dios, del único fiel y soberano Dios, Aquel que nos fortalece y nos ayuda a seguir. Que nuestras lenguas no hablen de otras cosas sino de lo bueno que es Dios, que todo lo que salga de ella sea para restauración y para darle gloria a nuestro Dios grande y fuerte.
Todos los días debemos cantar salmos a nuestro Dios, donde quiera que estemos, que pueda anunciar que Él es Dios, Dios se merece todo de Sus hijos y es por eso que todos pueblos y reyes de la tierra den gloria, poder, que la Majestad sea solo dirigida a Él.
Y mi lengua hablará de tu justicia Y de tu alabanza todo el día.
Salmos 35:28
¿Por qué no cantar día tras día de Tu gran amor, que nuestras lenguas sepan dar lo mejor de lo mejor a Dios?. Que seamos sinceros en todo lo que vayamos a decir, que su justicia esté en nuestra lengua para no proferir palabras vanas, porque solo con pensarlo estaremos pecando contra el Señor.
Dios está en los cielos y nos ve día tras día, Él tiene sus ojos puestos sobre los justos y sobre aquellos que no practican justicia.
La lengua, la cual a veces no podemos domar para que haga lo que dice la Biblia, puede conducirnos a pronunciar palabras ofensivas y que nos conducirán al camino incorrecto que no es del agrado de Dios.
Así que, como hombres sabios en el Señor, demos a Dios lo mejor de nuestras adoración, alejando nuestra lengua de toda impiedad y toda palabra descompuesta, porque el Señor ve las cosas buenas. Cantemos a Él, exaltemos a Dios por los siglos de los siglos, Amén.
El poder de la lengua es tan grande que con ella podemos edificar o destruir. Santiago 3:5 nos enseña que la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. Por eso, debemos cuidarla y usarla para hablar de la bondad de Dios, para bendecir y no maldecir. Cada palabra que sale de nuestros labios tiene un impacto, no solo en quienes nos escuchan, sino también en nuestro propio corazón. Las palabras pueden sanar o herir, pueden traer vida o muerte, y la Biblia es clara cuando dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Proverbios 18:21).
Cuando usamos nuestra lengua para adorar, cuando declaramos las maravillas del Señor, algo sucede en el ambiente espiritual. No solo proclamamos Su grandeza, sino que también fortalecemos nuestra fe. Hablar de Su justicia, de Su fidelidad y de Su amor eterno nos llena de esperanza y renueva nuestra mente. Por eso, cada palabra de alabanza que pronunciamos debe salir desde un corazón agradecido y sincero, no por costumbre, sino como un acto de amor y obediencia hacia nuestro Creador.
Debemos recordar que el enemigo siempre intentará usar nuestra lengua para traer discordia o duda. Pero cuando mantenemos nuestros labios llenos de alabanza, cerramos la puerta a toda murmuración, a todo enojo y a toda palabra que no edifica. Es ahí donde el Espíritu Santo toma control, purificando lo que decimos y guiándonos a hablar conforme a la voluntad de Dios. Cada conversación, cada oración y cada cántico deben ser una oportunidad para glorificar al Señor y reflejar Su carácter en nosotros.
Por eso, cada día debemos proponernos que nuestra lengua sea un instrumento de adoración. Así como David decía en los Salmos: “Sea grato el discurso de mi boca y la meditación de mi corazón delante de Ti, oh Jehová, roca mía y redentor mío” (Salmos 19:14). Que cada palabra pronunciada sea una ofrenda agradable a Dios. Si usamos nuestra lengua para bendecir, veremos cómo nuestra vida se llena de paz, nuestras relaciones se restauran y nuestro entorno cambia para bien.
En conclusión, que nuestra lengua hable solo de la gloria de Dios. Que cada palabra que pronunciemos sea para edificar, animar y proclamar la grandeza del Señor. Recordemos siempre que de la abundancia del corazón habla la boca, por eso llenemos nuestro corazón de alabanza, para que nuestra lengua nunca se aparte de hablar de Su justicia y Su amor eterno. Amén.
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