Así cantaré Tu nombre para siempre

David fue un hombre de Dios que pasó por grandes adversidades, pero Dios siempre estuvo con él, aun en sus momentos más difíciles. David supo confiar en la poderosa mano del Señor, aun cuando fue traicionado, perseguido o incomprendido. En esta ocasión hablaremos del Salmo 61, escrito por David. No se sabe con certeza en qué circunstancias fue compuesto, pero algunos comentaristas afirman que posiblemente fue durante la rebelión de Absalón, cuando su propio hijo se levantó en su contra y lo obligó a huir del palacio y de Jerusalén. En ese tiempo de dolor e incertidumbre, David no dejó de clamar y confiar en Dios.

Lo cierto es que el Salmo 61 es una gran declaración de confianza en la fuerza de Dios. Es un recordatorio de que aun cuando el corazón está abrumado, podemos correr a la roca que es más alta que nosotros: Dios mismo. David entendía que su seguridad no estaba en sus ejércitos, ni en su sabiduría, ni en sus recursos como rey, sino en el Señor. Él sabía que en medio de la tempestad era mejor estar donde Dios lo quería, porque solo allí habría verdadera protección y descanso. El salmista conoció la dificultad, pero también supo entonar alabanzas en medio de momentos terribles, demostrando que la verdadera adoración surge cuando confiamos plenamente en Dios.

De la misma manera, nosotros debemos aprender a entonar alabanzas a Dios sin importar el momento difícil. Fuimos creados para la alabanza de Su Nombre, y eso no es algo negociable ni depende de nuestras circunstancias. Adorar a Dios en medio del sufrimiento es reconocer que Él sigue siendo Dios, que sigue en control y que su amor no cambia. Cuando todo se derrumba, Su presencia se vuelve nuestro refugio; cuando el corazón desfallece, Su gracia lo sostiene. Por eso, como David, debemos decir: “Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare” (Salmo 61:2).

El salmista dijo:

7 Estará para siempre delante de Dios; Prepara misericordia y verdad para que lo conserven.

8 Así cantaré tu nombre para siempre, Pagando mis votos cada día.
Salmo 61:7-8

Estas palabras reflejan una fe profunda en la eternidad con Dios. David confiaba en que su vida no terminaba en los problemas presentes, sino que había una esperanza eterna: estar para siempre delante del Señor. Esto no solo le daba consuelo, sino también propósito. ¿Está usted seguro de esta verdad? ¿Tiene la certeza de que su vida está escondida en Dios y que un día le verá cara a cara? Recordemos que lo que hacemos en esta vida es solo un ensayo; llegará el día en que le alabaremos frente a frente por toda la eternidad.

David también dijo: “Así cantaré tu nombre para siempre”. Él entendía que adorar no era una obligación vacía, sino una respuesta natural al amor y fidelidad de Dios. “Pagando mis votos cada día” significa cumplir con las promesas hechas a Dios con un corazón sincero. La adoración verdadera no es solo emoción, es compromiso, constancia y obediencia diaria.

Realmente estaremos para siempre delante de Dios. Esta es nuestra esperanza bienaventurada. Y mientras llega ese día glorioso, cantamos aquí, en medio de pruebas, para preparar nuestro corazón para ese gran encuentro. Cantaremos a Dios siempre y para siempre; esta es nuestra gloria, nuestro deber y nuestra gran promesa.

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Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre
Cantad con gozo a Dios