Hay que tener cuidado con las canciones cristianas que uno escucha.
Muchos creyentes filtran las canciones solo por su ritmo, su popularidad o por quién las interpreta,
pero la realidad es que debemos prestar atención principalmente a su mensaje y a la vida espiritual de quienes las cantan.
Una melodía puede sonar hermosa, conmover el corazón e incluso tener palabras inspiradoras, pero si el contenido no está enraizado en la verdad de la Palabra de Dios,
puede conducirnos poco a poco hacia un evangelio distorsionado.
La música cristiana no es un simple entretenimiento: es una forma de adoración.
Por eso, no toda canción que mencione a Dios o a Jesús debe considerarse automáticamente edificante.
El apóstol Juan nos exhorta a “probar los espíritus si son de Dios” (1 Juan 4:1), y eso incluye lo que cantamos.
Cada letra debe apuntar a Cristo, no al ego del intérprete; debe exaltar la gracia, no la fama; y debe promover la santidad, no la sensualidad disfrazada de espiritualidad.
En los últimos años, se ha vuelto común encontrar producciones que mezclan verdades bíblicas con mensajes humanistas o frases motivacionales vacías.
Algunas canciones hablan más de la superación personal que de la cruz; otras ponen al creyente en el centro, en lugar de exaltar la soberanía de Dios.
Este fenómeno, aunque parece inofensivo, ha contribuido a debilitar la comprensión teológica de muchos cristianos,
quienes terminan creyendo que adorar es solo “sentir bonito” y no una respuesta reverente al Dios Santo.
Por eso, urge volver a la música cristiana de sana doctrina: aquella que no solo emociona, sino que enseña;
que no busca entretener, sino edificar.
El propósito de una canción cristiana debe ser el mismo que el de la predicación: comunicar la verdad del evangelio.
Cuando cantamos, también estamos declarando lo que creemos. Si lo que cantamos no es verdad, estamos proclamando una mentira con ritmo.
Tomando en cuenta lo anterior, nos llegó la idea de elaborar una lista de cantantes cristianos cuya letra no sea vacía ni antibíblica,
y cuyo testimonio de vida esté alineado con la Palabra de Dios.
Muchos de ellos no son tan conocidos como las grandes figuras del circuito musical, pero lo importante no es la fama,
sino la fidelidad a la verdad del evangelio. Estos ministerios adoran al Dios vivo, no se desvían de la doctrina bíblica y mantienen un mensaje centrado en Cristo.
Música cristiana de sana doctrina en español
- Alejandro Alonso
- Alex Sampedro
- Aline Barros
- Aníbal Marroquín
- Armando Flores
- Banda Juan
- Bertino Aquino de Dios
- Carlos Seise
- Casa de Oración
- Corto Plazo
- Elio Jose Gabancho
- En Espíritu y En Verdad
- Ericsson Alexander
- Esperanza de Vida
- Estuardo Meza (ex Box Dei)
- Gaither Vocal Band
- Generación de Jesús
- Grupo Amigo Fiel
- Grupo El Rapto
- Grupo Inspiración
- Hector Sotelo
- Hermanos Vargas
- Hugo Tomaselli
- Jonathan & Sarah Jerez
- Jon Montalban
- Juan Carlos Alvarado
- Kent Leroy
- Kyosko
- Krasia May
- La IBI (Gracia Soberana)
- Legacy Five
- Leonel Tuchez
- Los Hermanos Alvarado
- Lucas Conslie
- Llamada Final
- Manuel Bonilla
- Manuel Roman
- Maranatha
- Marcos Vidal
- Mariana Sa
- Marinella Arrué
- Maricruz Barrios
- Mauricio Velarde
- Miguel Casina
- Óscar Medina
- Peregrinos y Extranjeros
- Radames Marrero
- Ricardo Ceratto
- Ricardo Rodriguez
- Roberto Orellana
- Rondalla Cristiana Monterrey
- Rondalla La Gran Comisión
- Rubén Sotelo
- Ruth Ríos
- Sandy Patti
- Santiago Benavides
- Santiago Stevenson
- Semilla de Mostaza
- Seth Condrey
- Sheila Romero
- Sovereign Grace
- Stanislao Marino
- Steffany Gretzinger
- Steve Green
- Tony Perez
- Trio Eben-Ezer
- Trio Estrella Belén
Escoger música cristiana de sana doctrina no es un acto de elitismo espiritual, sino de obediencia.
Dios nos llama a adorarle “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24), y eso incluye las canciones que ponemos en nuestros labios y corazones.
Cada nota, cada verso, cada palabra debe apuntar al evangelio.
No se trata de ser críticos de todo, sino de ser cuidadosos con aquello que alimenta nuestra fe.
Porque al final, lo que cantamos, tarde o temprano, formará parte de lo que creemos.