Protestan contra canción “blasfema” de Eurovisión

La asociación «Juventud Ortodoxa de Chipre» ha realizado una protesta en las puertas de la radiotelevisión pública chipriota, quienes eligieron la canción «El diablo» interpretada por Elena Tsagrinu, para representar dicho país en la edición número 65 de Eurovisión.

Esto ha sido considerado de parte de la asociación como una ofensa y escándalo para los cristianos. La canción de Elena Tsagrinu ha sido considerada por la iglesia ortodoxa un «himno a satán», tal como afirmaron el pasado sábado:

«Es un himno a las fuerzas oscuras y proclama la sumisión del hombre a la oscuridad y la humillación».

Además, también enviaron un mensaje en nombre de todas aquellas personas que también tienen una misma fe, pidiendo a la asociación que retiren dicha canción.

La cadena ofreció una respuesta a las propuestas, la cual no conformó a la iglesia ortodoxa. Ellos dijeron que «la canción habla sobre una batalla entre el bien y el mal, y el dilema de una mujer que ha sucumbido la pasión de su amante», según sus palabras.

Por otro lado, los ortodoxos han recogido más de 17 mil firmas para que la canción sea quitada. Estas protestas han llegado a tales niveles que la policía nacional tuvo que detener a una persona quien decía que iba a prender fuego a un edificio de CyBC.

Este acontecimiento ha generado un gran debate no solo en Chipre, sino también en otros países europeos que siguen de cerca el festival de Eurovisión. Muchos consideran que el título y la letra de la canción “El diablo” no representan los valores culturales ni espirituales del país, mientras que otros defienden la libertad artística y la diversidad temática que el festival promueve año tras año. La controversia pone de manifiesto una vez más el choque entre la modernidad y las tradiciones religiosas que aún tienen una fuerte influencia en la sociedad chipriota.

La canción de Elena Tsagrinu fue elegida internamente por la cadena pública chipriota (CyBC), una práctica común en Eurovisión cuando los países buscan evitar costosos concursos nacionales. Sin embargo, esta vez la elección ha provocado una reacción inesperada, sobre todo porque Chipre es un país de raíces profundamente ortodoxas, donde la religión ocupa un papel relevante en la vida cotidiana. Muchos fieles han expresado que el título “El diablo” es una provocación innecesaria y que existen muchas otras maneras de representar a la nación sin recurrir a símbolos que puedan interpretarse como satánicos.

Por su parte, la intérprete Elena Tsagrinu ha intentado defender su propuesta explicando que la canción no debe tomarse literalmente. Según sus declaraciones, “El diablo” cuenta la historia de una mujer que se siente atrapada en una relación tóxica, donde lucha entre el amor y la culpa, entre el bien y el mal. La artista añadió que el mensaje del tema es metafórico y que busca representar la lucha interna que muchas personas enfrentan cuando se ven dominadas por emociones intensas.

Aun así, la explicación no logró calmar los ánimos. Algunos manifestantes han exigido que el gobierno chipriota intervenga directamente, mientras que otros grupos religiosos han pedido oraciones y vigilias en reparación por lo que consideran una afrenta a la fe cristiana. Las imágenes de las protestas mostraban pancartas con mensajes como “Chipre pertenece a Cristo” y “No al diablo en Eurovisión”.

La controversia también ha provocado una ola de comentarios en redes sociales, donde miles de usuarios se han dividido entre quienes apoyan la libertad artística y quienes consideran que la televisión pública debe ser más cuidadosa al seleccionar canciones que representen a todo un país. Este tipo de disputas no es nuevo en Eurovisión, un festival conocido por su carácter provocador, pero pocas veces una canción había causado una respuesta tan intensa en el ámbito religioso.

A medida que se acerca la fecha del concurso, la canción “El diablo” continúa generando atención mediática. Para algunos, esta polémica podría incluso favorecer la visibilidad de Chipre en el certamen, mientras que para otros representa una oportunidad perdida para mostrar una imagen más positiva y respetuosa del país. Lo cierto es que el debate ha puesto en evidencia la sensibilidad que aún existe cuando la música toca temas que rozan lo espiritual o lo moral, recordándonos que la fe y el arte, aunque conviven, a veces pueden chocar en el escenario público.

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