En los últimos días ha circulado una sorprendente noticia que ha generado indignación entre creyentes y defensores de la fe en todo el mundo: miles de personas han firmado una petición para exigir el cierre de una emisora de radio acusada de transmitir contenido musical con mensajes satánicos. Lo más impactante de este caso es que dicha emisora fue fundada y financiada por un líder de la Iglesia católica, el arzobispo Joseph Cardinal Tobin. La petición, impulsada por diferentes grupos cristianos, busca llamar la atención sobre lo que consideran una falta de acción ante un grave problema espiritual y moral.
El Instituto Lepanto, una organización católica reconocida por su defensa de la ortodoxia y la moral cristiana, ha sido una de las principales voces en denunciar este hecho. En su comunicado afirmaron con firmeza:
“Tobin no ha hecho nada para cambiar la estación de radio, aunque lo sabía y tenía la autoridad para hacerlo.”
Para sustentar sus acusaciones, el Instituto Lepanto citó fragmentos de algunas de las canciones que la emisora ha difundido, en las que se hace apología directa al satanismo y se promueven mensajes de violencia y rebeldía contra Dios. Parte de las letras reproducidas decían lo siguiente:
“Amamos tu sangre virgen / La muerte es nuestra droga / Sombras, buscamos las calles / Alto en tus gritos.”
Y también: “¿Podemos todavía ser salvo? / ¡Diablos no! / ¿Tu Dios tiene un lugar para nosotros? / ¡Diablos no! / ¿Hay tiempo para arrepentirse? / ¡Diablos no! / ¿Vamos a resucitar de entre los muertos? / ¡Diablos no! / ¿Pueden estos pecados incluso ser perdonados? / ¡Diablos no!”
Estas frases han causado profundo rechazo, ya que reflejan una exaltación del mal y una burla abierta a la fe cristiana. Además de las letras, se ha informado que algunos de los videos musicales transmitidos por la estación incluyen imágenes satánicas, escenas de desnudez y contenido que promueve la adoración al diablo. El Instituto Lepanto considera que permitir o financiar este tipo de material desde una entidad vinculada a la Iglesia constituye un escándalo público que daña la credibilidad del testimonio cristiano.
La indignación de los fieles se ha traducido en miles de firmas en línea que piden a las autoridades eclesiásticas intervenir con urgencia. Para los organizadores de la petición, este caso representa mucho más que un simple desacuerdo musical: es una advertencia sobre cómo la influencia del mundo y la permisividad pueden infiltrarse incluso en instituciones religiosas si no hay una vigilancia espiritual constante.
Varios líderes católicos y evangélicos se han pronunciado al respecto, coincidiendo en que la Iglesia debe ser firme en su postura frente a todo aquello que promueva el mal o la corrupción moral. Señalan que, como representante de la fe, un arzobispo tiene la responsabilidad no solo de velar por la pureza doctrinal, sino también de evitar cualquier colaboración, directa o indirecta, con contenidos que contradicen el mensaje del Evangelio.
El llamado de los creyentes es claro: la música, como medio de comunicación masiva, puede ser una herramienta poderosa para edificar o destruir valores. Por ello, es imperativo que los líderes religiosos asuman su papel con discernimiento y firmeza, reconociendo que no se puede servir a dos señores. Como dijo el apóstol Pablo en Efesios 5:11: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas.”
La controversia continúa creciendo, y muchos esperan que las autoridades eclesiásticas respondan ante las denuncias. Mientras tanto, esta situación nos invita a reflexionar sobre la importancia de cuidar lo que escuchamos, vemos y apoyamos, recordando que todo lo que consumimos influye directamente en nuestro espíritu. Que este caso sirva como recordatorio de que, en un mundo donde la oscuridad intenta normalizarse, los creyentes deben seguir siendo luz y verdad.
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