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Todos alababan a Dios que vive y reina para siempre

Toda su creación debe alabar Su Nombre, porque si hoy existimos es por Él y es por eso que debemos rendirnos delante de Dios y exaltar Su Santo y bendito Nombre. Él es Rey grande y poderoso. Cantemos de Su gran poder, toda su creación.

En la visión de Juan y algunas cosas que le fue enseñado, este hombre describe la soberanía de Dios y habla de cuán grande es Su poder que trasciende todo, y es una bendición poder leer acerca de nuestro Dios y de su gran poder y autoridad. Alabemos Su Santo Nombre.

Es asombroso cuando leemos a Juan sobre lo que pudo ver, de aquello que pudo contemplar en los cielos, porque asombroso es nuestro Dios, que en Su poder y magnificencia todas las cosas son creadas perfectas. Él digno de alabar y de recibir toda honra y gloria que pertenecen a Él.

Todo mi ser alaba Su Nombre y poderoso, mi corazón y mi boca alaban Su nombre poderoso y majestuoso. Por eso vemos cómo nos dice Juan en el capítulo 5 del libro Apocalipsis hablando sobre la adoración:

Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

Apocalipsis 5:13

Hablando de que todos, tierra y cielo, todo lo que creado por Dios, le alabe con el corazón, cantando con regocijo delante de Dios. Todos los que Juan veía en la visión adoraban a Dios.

Adoremos a Dios e todo, con nuestros corazones demos gloria y alabanzas por los siglos de los siglos.


Cada palabra escrita por Juan en este pasaje nos recuerda que la adoración no es solo una acción momentánea, sino una actitud constante del corazón. La creación entera, desde los ángeles hasta los seres humanos, fue diseñada para glorificar al Creador. Cada amanecer, cada latido y cada respiración son motivos suficientes para levantar nuestras manos y decir: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso”.

Cuando reflexionamos en esta visión celestial, comprendemos que no hay lugar donde Su presencia no se manifieste. Todo lo que respira debe alabar a Dios, porque todo fue hecho por Él y para Él. En un mundo que muchas veces olvida la fuente de su existencia, los hijos de Dios debemos mantener viva la llama de la adoración, reconociendo Su grandeza en cada detalle de la vida.

Al leer Apocalipsis 5, podemos imaginar la majestad del trono celestial, donde miles de seres se postran en adoración. Esta imagen no es solo un relato profético, sino también una invitación para nosotros en la tierra a unirnos a ese canto eterno. Cuando levantamos nuestra voz y decimos “Gloria a Dios en las alturas”, estamos participando de esa adoración que nunca termina.

A veces olvidamos que la alabanza tiene poder. No solo agrada a Dios, sino que también transforma nuestra alma. Cuando adoramos, el temor se va, la tristeza se convierte en gozo y la fe se fortalece. La adoración nos conecta con la eternidad, con el mismo Dios que reina sobre todas las cosas.

Por eso, no esperemos un momento perfecto para adorar. Hagámoslo hoy, tal como estamos, en medio de las luchas o de las victorias. La Biblia nos enseña que los cielos declaran Su gloria y que los firmamentos anuncian la obra de Sus manos. Si la naturaleza le alaba, ¡cuánto más nosotros que fuimos redimidos por Su sangre!

Que todo nuestro ser se rinda delante de Él, porque solo Dios es digno. Cantemos con gozo y con gratitud, recordando que un día estaremos delante de Su trono, junto con millones de voces, proclamando por la eternidad: “Al Cordero sea la gloria, la honra y el poder por los siglos de los siglos”.

Alegraos todos sus santos en el Señor, gócense y canten por sus obras
Alaba al Señor y exalta Su nombre, Él es tu fortaleza y seguridad
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