Con gran alegría cantaré de las buenas obras de nuestro Dios, obras que son perfectas y que son buenas, ya que vienen del Creador de los cielos y la tierra. Reconoceré Su poder y Su majestad todos los días de mi vida.
De mañana cantaré, al poner mi primera pisada en tierra, cantaré para mi Dios, poderoso y real, solo de Él debe ser la gloria y la honra porque Su poder y Su buena obra son manifestados delante de Sus hijos. A Dios sea la honra, gloria y poder.
Celebremos Su buenas obras, obras que no son hechas por humano, sino por nuestro Dios que vive y reina para siempre. Estas obras que permanecen para siempre y que nos ayudan, estas obras que Dios hace en nuestras vidas son reales, ya que día tras día las podemos ver porque vemos su bendición reflejadas en cada uno de nosotros.
Celebremos, cantemos llenos de gozo, regocijémonos en El Señor, demos alabanzas al Dios viviente, al que puede hacer todo lo imposible posible, este es nuestro Dios.
Veamos qué nos dice el libro de Isaías en el capítulo 12 en su versos 4 al 6 que claramente este es un cántico de gratitud al Señor por sus buenas obras para con en el pueblo de Israel.
4 Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido.
5 Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra.
6 Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.
Isaías 12:4-6
El autor de este libro nos muestra cómo debería actuar el pueblo al ver la mano de Dios obrando en muchas ocasiones, sacándolo de lugares peligrosos, dándole la victoria con diferentes pueblos que le hacían frente. Pero hay algo maravilloso en este capítulo y es que vemos al autor mencionando que todos debemos reconocer las obras poderosas de nuestro Dios.
Por eso es bueno que reconozcamos el nombre del Señor por todos los lugares, cantemos de Sus buenas obras poderosas, que demos a entender a todos los demás que el Señor es bueno, vive para siempre y sus obras son poderosas.
Cada día tenemos razones para celebrar las obras de Dios. No solo por los grandes milagros, sino también por los pequeños detalles que demuestran Su cuidado: la salud, el alimento diario, el aire que respiramos y las oportunidades que Él nos brinda. Cada paso que damos, cada victoria alcanzada, es evidencia de que Su mano sigue obrando con poder en nuestras vidas.
El creyente que reconoce las buenas obras de Dios vive en constante gratitud. No se deja llevar por la queja o la preocupación, sino que entiende que todo lo que Dios hace tiene un propósito perfecto. Aunque a veces no comprendamos Su plan, sabemos que sus obras son justas y que todo coopera para bien de los que le aman.
Así como el pueblo de Israel vio el poder de Dios al ser liberado, nosotros también podemos testificar de Su fidelidad. Cuando miramos atrás y recordamos cómo Dios nos ha sostenido, fortalecemos nuestra fe para seguir adelante. Cada testimonio es una prueba viva de las buenas obras del Señor, y contarlas es una manera de glorificar Su nombre ante el mundo.
Cantemos, pues, con alegría. Que nuestras voces se unan en una sola adoración, proclamando las maravillas del Altísimo. En un mundo lleno de incertidumbres, la alabanza a Dios se convierte en un refugio, una declaración de confianza en que Él sigue obrando. Su Espíritu nos inspira a vivir con esperanza y a ser portadores de Su luz.
Que nuestras vidas sean también un reflejo de esas buenas obras. No solo las mencionemos, sino que las mostremos a través del amor, la justicia y la misericordia. Cuando ayudamos al prójimo, perdonamos o compartimos con el necesitado, estamos participando de la obra divina, siendo instrumentos del amor de Dios en la tierra.
Por eso, cada día debemos despertar con un cántico nuevo, reconociendo que el Señor está en medio de nosotros. Que nuestras alabanzas suban como incienso agradable, y que en todo lo que hagamos se vea el poder del Dios que transforma, sana y salva. Él sigue haciendo maravillas hoy, como lo hizo con Su pueblo en tiempos antiguos. A Él sea toda la gloria, ahora y por siempre.
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