¡Oh Señor! A Ti cantaré con todo mi corazón, porque Tú has sido bueno y maravilloso para nosotros. Por eso cantaré de Tu gloria y majestad, proclamando a las naciones que no hay otro Dios como Tú. Cada día que pasa es una nueva oportunidad para reconocer Tu poder y agradecer Tus misericordias que se renuevan cada mañana. Tú eres fiel en todo lo que haces y digno de toda alabanza. A Ti pertenecen la gloria, el honor y el dominio por los siglos de los siglos.
Tu gloria es exaltada por todo lo alto, porque Tú, Señor, me has salvado. Por eso te alabo y reconozco que eres un Dios de salvación que debemos honrar con nuestras mejores alabanzas. No hay canción más hermosa que aquella que nace del alma agradecida, ni voz más poderosa que la de un corazón rendido ante Tu grandeza. Cuando recordamos de dónde nos sacaste, solo podemos postrarnos y cantar con gozo: “Tú eres mi salvador, mi refugio y mi esperanza”.
Sea llena mi boca de tu alabanza,
De tu gloria todo el día.
Salmos 71:8
Que nuestras bocas estén llenas de palabras sabias y de poder, palabras que engrandezcan el nombre de Dios, que le den gloria, honor y reconocimiento. Que nuestras alabanzas no sean frías ni vacías, sino sinceras y llenas de fe. Que al abrir nuestros labios fluya gratitud, porque Dios ha sido bueno y Su fidelidad permanece para siempre. Cuando el corazón está lleno de adoración, las palabras se convierten en incienso agradable delante del trono del Altísimo.
No nos cansemos de alabar Su nombre. Que día tras día podamos expresar cuán bueno y maravilloso es Él. Demos nuestra mejor adoración al Señor, no solo en los momentos de alegría, sino también en medio de las pruebas. La alabanza que se levanta en medio del dolor tiene un valor incalculable, porque demuestra una fe firme y una confianza total en Dios. Que cada uno de nosotros aprenda a decir, como el salmista: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”.
No me deseches en el tiempo de la vejez;
Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares.
Salmos 71:9
Pidamos siempre con humildad de corazón. No nos desesperemos si las respuestas parecen tardar; puede que nuestras peticiones estén siendo procesadas bajo la perfecta voluntad de Dios. Él nunca llega tarde, siempre obra en el momento preciso. El salmista, consciente de su fragilidad humana, ruega a Dios que no lo desampare cuando lleguen sus últimos días en la tierra, cuando sus fuerzas se acaben y su cuerpo envejezca. Esta es una oración llena de dependencia, humildad y fe.
Aun cuando las fuerzas físicas se debiliten, el alma puede seguir fuerte en la presencia del Señor. En la vejez o en la juventud, Dios sigue siendo el mismo. Él no abandona a Sus hijos ni los olvida. Así que, cuando te sientas débil o cansado, recuerda que Su gracia es suficiente y Su poder se perfecciona en la debilidad. Nuestro Dios no nos desecha; al contrario, nos renueva y nos sostiene con Su amor eterno.
Mas yo esperaré siempre,
Y te alabaré más y más.
Salmos 71:14
Podemos esperar en el Señor sin desesperar, porque Él conoce todos nuestros caminos y tiene el control de cada situación. Su tiempo es perfecto, y sus planes son siempre buenos. Cuando pidas algo a Dios, no te angusties si la respuesta no llega de inmediato. Agradece, confía y sigue alabando, porque Sus promesas son fieles y verdaderas. Él cumple lo que promete, y cuando actúa, lo hace con propósito. Por eso es bueno que con nuestra boca alabemos más y más a Dios, que lo exaltemos aun antes de ver el resultado, sabiendo que Él nunca falla.
Recuerda algo importante: cuando pidas algo al Señor, espera en Él. No desmayes ni dudes. Mantén tu fe firme, sabiendo que el Dios que te dio vida también se encargará de suplir tus necesidades. Alaba Su nombre, no solo por lo que hace, sino por quien Él es: fiel, justo, santo y misericordioso. Que nuestra vida entera sea una canción de alabanza que suba hasta Su trono, y que cada día podamos decir con gozo: “Esperaré en Ti, oh Dios, y te alabaré más y más”. Amén.
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