Mis labios Te alabarán

Con mis labios, oh Señor, daré alabanzas porque Tú eres mi Dios santo y verdadero. Solo a Ti pronunciaré con mis labios al estar delante de Tu presencia, mi Dios. Este reconocimiento no es una simple expresión, sino una muestra de humildad y devoción. Cada palabra de alabanza que brota de nuestra boca debe venir desde lo más profundo del alma, como una ofrenda agradable ante Aquel que nos creó, nos sustenta y nos ama con un amor eterno.

Alabemos a nuestro Señor con nuestros labios, honremos a Dios en todo tiempo, porque Él merece la gloria y el honor. Él es digno de ser exaltado y glorificado, por eso demos loor a Dios con nuestros labios. Nosotros, todos Sus santos, bendigamos Su nombre por los siglos de los siglos. No hay momento, lugar ni circunstancia en la que Dios no sea digno de alabanza. La Biblia nos enseña: “En todo tiempo bendeciré a Jehová; su alabanza estará de continuo en mi boca” (Salmo 34:1). Que esta sea también nuestra actitud diaria.

Pero no solo con los labios podemos adorar a Dios; también lo hacemos con nuestros hechos, con nuestras acciones. Levantemos nuestras manos en señal de rendición, y que nuestro corazón y nuestra alma, unidos, eleven un clamor sincero al Dios que vive y reina para siempre. La verdadera adoración no se limita a canciones o palabras, sino que se refleja en una vida obediente, en un corazón agradecido y en una fe firme aun en medio de las pruebas.

Porque mejor es tu misericordia que la vida;
Mis labios te alabarán.
Salmos 63:3

Este versículo revela una verdad sublime: la misericordia de Dios es mejor que la vida misma. Su compasión, Su fidelidad y Su amor constante superan cualquier bien terrenal. Por eso, nuestros labios deben alabarle. Debemos exaltar a Dios porque, aun cuando fallamos, Su misericordia nos alcanza; cuando caemos, Él nos levanta; y cuando estamos en soledad, Él nos acompaña.

Oh, Dios, te alabamos por el amor y la compasión que tienes con nosotros. Tu misericordia nos sostiene día tras día. Este salmo nos habla claramente de la ternura de Dios para con Sus hijos. Él no nos trata conforme a nuestras faltas, sino conforme al gran amor con el que nos ha amado. Cada mañana, Su misericordia se renueva, y por eso, cada mañana, nuestros labios deben expresarle gratitud y adoración.

Rindamos nuestra mejor alabanza al Rey de reyes y Señor de señores, Dios de los ejércitos. Alabemos siempre con nuestros labios al Dios de nuestra alma, no solo por lo que hace, sino por quien Él es. Sobre todo, recordemos que Su misericordia es más importante que todas las cosas que nos rodean. Todo lo terrenal pasa, pero el amor de Dios permanece para siempre. Demos lo mejor a Dios porque Él se lo merece.

Dios es Dios. Esta verdad, sencilla pero poderosa, debe resonar en nuestro corazón cada día. Él siempre será Dios: eterno, soberano, inmutable. Su misericordia estará por encima de cualquier circunstancia, dolor o dificultad. Y mientras tengamos aliento de vida, que nuestros labios no cesen de proclamar Su grandeza, porque adorarlo es nuestro mayor privilegio y nuestra más alta responsabilidad.

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Cantaré de Tu poder
Tuya es la alabanza, oh Dios