Cantaremos y alabaremos Tu poderío

El salmo 21 es otro salmo escrito por David, un cántico donde el rey da gracias a Dios por la victoria obtenida. Dios dio múltiples victorias a David, al pueblo de Israel, de la misma manera, Dios nos ha dado diferentes victorias a nosotros también a lo largo de nuestra carrera en el cristianismo, y eso es suficiente para que demos gloria a Dios por su poderío.

El salmista escribió:

Engrandécete, oh Jehová, en tu poder; Cantaremos y alabaremos tu poderío. Salmos 21:13

Este verso es una adoración increíble hacia Dios, como dijo Clarke: “Engrandécete, oh Jehová– tus criaturas no te pueden exaltar”. Es como decir: «Somos tan pequeños que por más que alabemos y alabemos aún no es suficiente, porque Tú, oh amado Señor, eres tan grande y poderoso, por eso ¡engrandécete, oh Jehová en tu poder!».

«Cantaremos y alabaremos Tu poderío»: Estas palabras son una gran determinación de parte del salmista David, de que todo el pueblo del Señor debía expresar con cánticos al Señor y alabarle, sí, alabarle por las obras poderosas que Él ha hecho en nosotros.

Amado hermano, ¿ha hecho el Señor alguna obra poderosa en ti? Si realmente estás en Cristo, Dios sí ha hecho una obra poderosa en ti y es la de la salvación. Pero además de esa más importante obra, día a día Dios hace maravillas con nosotros, hasta por el simple hecho de respirar.

¡Alabemos a Dios por su poderío, por las cosas majestuosas que hace en nuestras vidas!

El Salmo 21 es también una continuación del Salmo 20, donde David pedía la bendición del Señor antes de la batalla. Aquí, en cambio, lo encontramos en una actitud de gratitud y reconocimiento, pues ya ha visto la mano poderosa de Dios actuando en favor de su pueblo. Es una enseñanza clara de que no debemos olvidar agradecer cuando Dios nos concede la victoria. Muchas veces oramos pidiendo ayuda, pero olvidamos elevar una alabanza cuando Dios responde.

David entendía que toda victoria venía del Señor. No era por su fuerza ni por la estrategia militar de Israel, sino por el poder divino que obraba a través de ellos. Esa misma verdad se aplica hoy a nuestra vida cristiana. Cuando superamos una prueba, vencemos una tentación o salimos adelante de una situación difícil, no debemos atribuirlo a nuestra capacidad, sino a la gracia y al poder de Dios que nos sostiene.

El salmista dice “Engrandécete, oh Jehová”, reconociendo que Dios debe recibir toda la gloria. En un mundo donde muchos buscan exaltarse a sí mismos, la verdadera humildad consiste en poner a Dios en el centro de todo. Cada vez que levantamos nuestras manos para adorarlo, estamos proclamando que el poder y la victoria pertenecen únicamente a Él.

Además, este salmo nos enseña el valor del canto como expresión de fe. La alabanza no solo es una manifestación externa, sino una confesión interna de confianza y gratitud. Cantar al Señor renueva nuestra esperanza y fortalece nuestro espíritu. No importa si estás en medio de la prueba o después de la victoria, siempre hay motivo para cantar a Dios. Él es digno en todo momento.

Cuando reflexionamos en este salmo, podemos ver la fidelidad de Dios manifestada en cada etapa de nuestras vidas. Así como Él acompañó a David en la batalla, también está con nosotros en nuestras luchas diarias. Su poder no ha disminuido; sigue siendo el mismo Dios que da la victoria y que exalta a los que confían en Él.

Conclusión

El Salmo 21 nos invita a tener un corazón agradecido. No basta con reconocer las bendiciones de Dios; debemos expresarlas con gozo y gratitud. Cada respiración, cada día de vida, cada victoria, es una oportunidad para exaltar al Señor. Que nuestra oración sea como la de David: “Engrandécete, oh Jehová, en tu poder”. Que nuestra voz y nuestra vida sean instrumentos de alabanza a aquel que reina con majestad y amor eterno.

Recordemos que Dios sigue haciendo maravillas hoy, tal como lo hizo con David. Por eso, no dejemos de cantar, no dejemos de alabar y de testificar del gran poder de nuestro Dios. Él merece toda la gloria, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

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A ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado
Alabad a Dios porque para siempre es su misericordia