En esta ocasión hablaremos del salmo 95, que fue citado en el capítulo 4 de Hebreos. El autor de los hebreos hace referencia a que David fue el escritor de este maravilloso salmo, aunque no se ve autor atribuido en el mismo. Por otro lado, este salmo está lleno de ordenanzas para rendir alabanzas a Dios y nos enseña cómo debemos acercarnos a Él con reverencia, júbilo y obediencia.
Cantemos
Existen diversas maneras de alabar a Dios: obedeciendo sus mandamientos, viviendo en santidad, mostrando amor al prójimo, entre otras. Sin embargo, una de las formas más repetidas en las Escrituras es cantar. El salmista nos llama a “cantar con júbilo a la roca de nuestra salvación”, mostrando que el canto no es solo arte, sino un acto espiritual profundo.
La música y el canto siempre han sido una parte vital en la vida del pueblo de Dios. Desde Moisés cantando tras cruzar el Mar Rojo, hasta los himnos que Jesús y sus discípulos entonaron antes de ir al monte de los Olivos (Mateo 26:30), vemos que alabar cantando es una expresión que conecta el alma con Dios.
El libro de los Salmos, que es el himnario bíblico, está lleno de llamados a cantar:
Aclamad a Jehová con arpa; Cantadle con salterio y decacordio.
Cantadle cántico nuevo; Hacedlo bien, tañendo con júbilo.
Salmos 33:2-3
Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes;
En ti se regocijen los que aman tu nombre.
Salmos 5:11
El canto no debe hacerse por costumbre, sino con alegría, gratitud y entendimiento. Cantamos no solo por lo que Dios hace, sino por quien Dios es.
Aclamad
El salmista repite en el versículo dos la palabra “aclamad”. A diferencia del canto individual, la aclamación involucra a un grupo, una congregación. Aclamar es elevar la voz con entusiasmo, con gozo, como quien celebra la victoria de su Rey.
A veces como iglesia cantamos, pero no aclamamos. Cantamos de memoria, pero no con el corazón. El salmista nos anima a involucrar todo nuestro ser: voz, emociones y actitud, para exaltar al Dios vivo. Aclamar es reconocer públicamente que Él es grande, que Él reina, que Él es nuestra única salvación.
En la cultura bíblica, aclamar a Dios implicaba aplausos, instrumentos, voces altas, expresiones de júbilo. No era un acto frío ni mecánico, sino apasionado, reverente y lleno de gratitud.
¿Por qué debemos cantar y aclamar?
El Salmo 95 no solo nos dice qué hacer, sino por qué hacerlo. En los siguientes versículos encontramos las razones:
Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses.
Salmos 95:3
Cantamos porque Él es grande; aclamamos porque Él es Rey. No adoramos por emoción, sino por convicción. Él es el Creador, nuestro Pastor, quien sostiene nuestras vidas.
Este salmo también incluye una advertencia (versículos 8-11), donde se nos recuerda que no debemos endurecer el corazón como el pueblo de Israel en el desierto. Esto nos enseña que la adoración verdadera no es solo cantar, sino también obedecer y escuchar Su voz.
Conclusión
El Salmo 95 nos invita a un estilo de vida de adoración: cantar, aclamar, reverenciar y obedecer a Dios. No se trata de música por tradición, sino de alabanza que nace de un corazón agradecido. Cantemos y aclamemos al Señor, porque Él es digno, Él es nuestra roca, y solo en Él encontramos salvación.
Amados hermanos, ¡cantemos y aclamemos a nuestro Dios juntos! Que nuestras voces, vidas y corazones reflejen la grandeza de Aquel que reina para siempre.
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