En una publicación de Instagram, el teólogo reformado Augustus Nicodemus abordó una de las preguntas más comunes entre los cristianos: ¿es pecado escuchar música del mundo? Su respuesta generó mucho debate, y vale la pena desarrollarla, no solo citando lo que él dice, sino profundizando en el tema desde la Biblia, la historia de la iglesia y el discernimiento cristiano.
Nicodemus comienza aclarando que antes de responder, hay que definir correctamente qué llamamos “música del mundo”. Si se refiere simplemente a música compuesta por personas que no son cristianas, entonces tendríamos que dejar de usar prácticamente todo lo producido en la sociedad: ropa, comida, medios de transporte, libros, tecnología, etc. Sería incoherente usar productos hechos por no creyentes y, a la vez, rechazar toda su música únicamente por su autor.
Sin embargo, si el término “música del mundo” se aplica a letras que promueven el pecado —adulterio, traición, odio, vicios o inmoralidad— entonces el problema no es quién compuso la canción, sino el contenido moral de lo que se escucha. Y en este punto, Nicodemus señala algo importante: hay música llamada “cristiana” que enseña errores doctrinales o presenta una imagen distorsionada de Dios. La Biblia enseña que la herejía también es pecado (Gálatas 1:8-9), por lo que no solo debemos juzgar el ritmo o el autor, sino el mensaje.
Nicodemus también menciona que algunos cristianos consideran mundanos ciertos ritmos como rock, samba, hip hop o funk. Pero la Biblia no declara que un ritmo musical en sí sea santo o pecaminoso. Los instrumentos y melodías pueden ser usados para adorar a Dios o para promover el pecado, dependiendo del uso y del contenido (Salmo 150). La Escritura no prohíbe estilos musicales específicos, sino los mensajes y motivaciones que ofenden a Dios (Colosenses 3:17).
El teólogo reconoce que él mismo escucha música producida por no cristianos siempre que su contenido no sea inmoral. Menciona artistas como Luiz Gonzaga, cuyas canciones describen la vida del noreste de Brasil, o “Daughters” de John Mayer, que habla del valor de la familia. También menciona que incluso Roberto Carlos, aunque no es cantante cristiano, tiene canciones románticas sin malicia ni sensualidad.
Más allá de lo que afirma Nicodemus, este tema invita a los creyentes a examinar principios bíblicos importantes: la santidad, el discernimiento y la libertad cristiana. La Biblia enseña que todo lo que hagamos debe ser para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31) y que debemos cuidar nuestros pensamientos (Filipenses 4:8). Esto significa que no toda música secular es mala, pero tampoco toda música cristiana es buena. El creyente debe evaluar lo que escucha preguntándose: ¿me edifica? ¿Honra a Dios? ¿Me aleja del pecado o me empuja hacia él?
A lo largo de la historia de la iglesia, pensadores como Martín Lutero o Juan Calvino no rechazaron la música secular en sí misma, sino su uso inmoral. Lutero incluso adaptó melodías populares de su época para usarlas en himnos cristianos. Esto demuestra que el problema no es el estilo musical, sino el contenido y la intención del corazón.
En conclusión, no se trata de hacer listas de ritmos prohibidos o artistas “permitidos”, sino de practicar discernimiento espiritual. Dios ha dado talentos musicales incluso a personas que no creen en Él, pero nos llama a usar nuestra libertad con responsabilidad. Como dijo Nicodemus, debemos escoger bien. Y como dice la Biblia: “Todo me es lícito, pero no todo conviene… no me dejaré dominar por ninguna” (1 Corintios 6:12).
¿Y tú? ¿Qué opinas sobre este tema? ¿Crees que un cristiano puede glorificar a Dios incluso escuchando música secular? Déjanos tu comentario.