Cristianos en California protestan por prohibición de cantar dentro de las iglesias

Durante el periodo más crítico de la pandemia, el estado de California promulgó una ley que prohibía cantar dentro de las iglesias, alegando que esta práctica podía aumentar el riesgo de propagación del coronavirus debido a las partículas de saliva que se expulsan al entonar canciones o hablar en voz alta. Esta medida, decretada bajo la administración del gobernador Gavin Newsom, generó una fuerte reacción entre la comunidad cristiana, especialmente porque muchos creyentes consideraron que la adoración congregacional es una parte esencial de su fe y su relación con Dios.

Ante esta restricción, cientos de cristianos decidieron levantar su voz —literalmente— como un acto de protesta pacífica. En un hecho sin precedentes, entre 300 y 400 personas se congregaron sobre el emblemático puente Golden Gate en San Francisco para cantar alabanzas y declarar su fe públicamente. La manifestación fue organizada por un líder de adoración perteneciente a la iglesia Bethel, una comunidad cristiana conocida por su influencia musical y su compromiso con la adoración libre. Lo que comenzó como una iniciativa de fe, se transformó en un poderoso testimonio de unidad y resistencia espiritual en medio de la adversidad.

El organizador expresó que el propósito de la reunión no era confrontar al gobierno, sino rendir culto a Dios y bendecir al estado de California. En sus propias palabras, afirmó:

“Nadie estaba enojado. Pensamos: ‘Queremos adorar. Queremos declarar una bendición sobre el estado de California’. Cuando nos persiguen o discriminan, nosotros bendecimos. Queremos liberar esperanza y unificar el sonido de la iglesia.”

La manifestación se desarrolló en un ambiente de paz, con oraciones, música y alabanzas que resonaron por toda la bahía. Para muchos de los presentes, este acto fue un recordatorio de que la iglesia no es un edificio, sino una comunidad viva que trasciende las paredes físicas. Mientras los cánticos se elevaban, los creyentes levantaban sus manos, clamando por sanidad, restauración y unidad para todo el país.

La prohibición de cantar se implementó en un contexto sanitario complejo. San Francisco se había convertido en la segunda ciudad con mayor número de casos de COVID-19 en Estados Unidos, solo detrás del estado de Nueva York, que superaba los 300,000 contagios confirmados. Ante esta situación, las autoridades estatales consideraron necesario imponer medidas extremas para evitar brotes en lugares cerrados, incluyendo los templos. Sin embargo, para muchos cristianos, la norma fue percibida como una limitación a la libertad de culto, un derecho constitucional que consideran sagrado.

Varios líderes religiosos y defensores de los derechos civiles calificaron la medida como “injusta” y “discriminatoria”. Según ellos, mientras el gobierno apoyaba manifestaciones sociales masivas, se restringía severamente la adoración congregacional. Una de las voces críticas señaló:

“En respuesta a la prohibición de cantar, creo que es hipocresía, porque los funcionarios estatales están alentando las protestas, y no los estoy desanimando, pero en el peor de los casos, es discriminación contra la iglesia porque no podemos reunirnos en grupos de más de 100 personas.”

Este tipo de restricciones abrió un amplio debate en los Estados Unidos sobre los límites entre la salud pública y la libertad religiosa. Muchos creyentes insistieron en que las medidas sanitarias no debían convertirse en un medio para suprimir la expresión de fe, especialmente en momentos donde la esperanza era más necesaria que nunca. Otros, sin embargo, defendieron la postura del gobierno, señalando que el cuidado del prójimo también es un mandato bíblico, y que proteger la vida debía considerarse una forma de amor cristiano.

La protesta en el Golden Gate se convirtió en un símbolo de fe viva y resistencia espiritual. Los cánticos, los himnos y las oraciones se elevaron no como un acto de rebeldía, sino como un recordatorio de que “Dios habita en medio de la alabanza de Su pueblo” (Salmos 22:3). Este evento demostró que, incluso en medio de la incertidumbre y las restricciones, la fe puede encontrar caminos para expresarse. Los cristianos presentes no solo cantaron por su derecho a adorar, sino también por la sanidad de su nación, la restauración de las familias y la esperanza en Cristo Jesús.

Hoy, este acontecimiento sigue siendo un testimonio de que la adoración no puede ser silenciada. Ni las pandemias, ni las leyes, ni las circunstancias adversas pueden detener el corazón de un pueblo que confía plenamente en su Dios. Que este ejemplo sirva para recordarnos que, en todo tiempo y lugar, la alabanza sigue siendo un arma poderosa, y que donde el Espíritu del Señor está, allí hay libertad (2 Corintios 3:17). Amén.

Protestan en California contra medida de no cantar dentro de las iglesias

Cientos de cristianos se reúnen en el puente Golden Gate de San Francisco por prohibición de cantar dentro de las iglesias

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