Agradecer a Dios por todo es una forma de mostrar que en realidad nos sentimos bien por todas las cosas que Él ha hecho y que hace por nosotros. Por eso debemos cantarle con el corazón y con gozo expresar cuán bueno y cuan maravilloso es Él.
Cantemos a Dios con nuestras bocas, que siempre podamos mantener una verdadera alabanza con regocijo, que podamos decir «El Señor me sostiene» y «A Él cantaré porque Él es mi Dios».
Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón,
y fui ayudado, Por lo que se gozó mi corazón, Y con mi cántico le alabaré.
Salmos 28:7
Solo a Él dirigiré mi cántico, mi cántico saldrá con regocijo para Dios, porque Él ha sido bueno, con su amor me cubro, con su escudo estoy más que seguro, por eso siempre le agradezco con una alabanza pura.
¿A quien más daré mi cántico sino a Ti mi Señor? Tú eres el Dios de mi vida, a Ti debo todo lo que soy. Es por eso que Te alabo, que te sirvo y ante Ti entrego todo lo que soy.
Aclamen a Dios todos sus pueblos, den gloria y alabanzas, canten todos de Su majestad, regocíjense en Él, no hay otro Dios que nos pueda ayudar, solo Él nos ayuda en tiempos malos, si en verdad nos sentimos bendecidos por Él. Entonces demos nuestra mejor alabanza.
Cuando tenemos un corazón agradecido, reconocemos que cada respiración, cada día y cada oportunidad son regalos de Dios. No es necesario que todo sea perfecto para darle gracias; incluso en medio de las pruebas podemos levantar un cántico de adoración. El salmista David entendía esto muy bien, pues en sus momentos más difíciles levantaba su voz para glorificar a Dios. Sus canciones eran el reflejo de un corazón rendido, que sabía que la misericordia del Señor se renueva cada mañana.
Dar gracias a Dios no se trata solo de palabras, sino de un estilo de vida. Cuando adoramos con sinceridad, nuestro espíritu se llena de paz, y recordamos que todo proviene de Él. Las bendiciones, los triunfos y aun las lágrimas son parte del proceso que nos forma como hijos de Dios. Por eso, cantar con gozo no depende de cómo nos sentimos, sino de quién es Dios: un Padre fiel, amoroso y lleno de compasión.
Cada vez que abrimos nuestros labios para cantar, estamos declarando Su poder y Su gloria. La alabanza no solo alegra nuestro espíritu, sino que también mueve el corazón de Dios. Él habita en medio de las alabanzas de Su pueblo, y allí encontramos fortaleza y consuelo. No hay nada más hermoso que levantar las manos y decir: “Gracias, Señor, por tu amor inagotable”.
Que cada día de nuestra vida sea un himno de gratitud. Que nuestras palabras y acciones sean una canción continua para el Creador. Recordemos siempre que la gratitud abre puertas de bendición, y cuando aprendemos a agradecer en todo, Dios nos muestra cosas aún más grandes. Por eso, canta, adora y da gracias, porque el Señor es bueno y para siempre es Su misericordia.
Así como dice el salmo: “Con mi cántico le alabaré”, que cada nota, cada pensamiento y cada acción nuestra sean una expresión sincera de amor y reconocimiento. Dios se agrada del corazón que canta con humildad, no por obligación, sino por amor. Que nunca falte en nuestros labios una canción de gratitud, y que nuestras vidas sean siempre un testimonio de Su fidelidad eterna. ¡A Él sea toda la gloria!
...