Origen de la canción «Yo sé que mi redentor vive»

Georg Friedrich Händel fue un reconocido músico en los años 1700 que compuso varios himnos que son cantados al día de hoy. La historia de su vida y sus canciones pueden traer paz en medio de la tormenta a nuestras aflicciones, puesto que algunos de sus grandes éxitos fueron escritos en un momento de desesperación cuando creía que no podía más.

Cuentan que en el año 1741 cuando tenía 56 años, este hombre andaba deambulando por las calles de Londres, afligido en gran manera y sin ningún tipo de esperanza. Su estado físico no era bueno, pues, había sufrido una hemorragia cerebral que le había paralizado el lado derecho. A esto había que sumarle que tenía muchas deudas, estaba pasando hambre y penuria.

Georg era un gran músico pero al parecer, con estos problemas, junto a que el favor de la alta sociedad inglesa se había apartado de él, parecía que su inspiración creativa se había apagado.

Lo impresionante de cómo Dios actúa en la vida de nosotros es que justamente cuando aquel hombre, todo arruinado y sin esperanza, decide ir a su casa a ahogarse en sus penas, primero se da cuenta de que alguien había dejado un escrito titulado «Un Oratorio espiritual», escrito por un autor desconocido y de segunda, lo que hizo que nuestro orgulloso músico se molestase aún más.

La obra contaba con una carta anexa que decía: «El Señor me lo encargó». Aún sabiendo que la carta era de un desconocido, decide seguir leyendo y un párrafo le llama mucho la atención, y se trata de un verso de la Biblia del profeta Isaías:

Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos

Isaías 53:3

La carta continuaba con versos de la Biblia que hablaban de la confianza en Dios, de que Él no nos desampara en los momentos duros. Y aquí está la manera hermosa en la que Dios obra, pues, este hombre depresivo acaba de recibir una carta como si fuera el mismo Dios que le estuviera hablando.

Pero si algo le hizo temblar de emoción fue este otro versículo bíblico:

Yo sé que mi Redentor vive y que al final de los tiempos he de resucitar del polvo. En esta carne mía contemplaré a Dios, mi Salvador. Lo veré yo mismo, no otro; mis propios ojos lo contemplarán.

Job 19:25-27

El músico, inspirado en todos estos pasajes bíblicos, tomó su pluma y comenzó a escribir. Su ayudante lo encontró inclinado sobre su escritorio la mañana siguiente y le dejó el desayuno. Al mediodía Händel no había comido nada y seguía escribiendo. Solo se levantaba algunas veces para tocar algunas notas con gran fuerza en un clavicordio, caminaba de un lado a otro moviendo los brazos y cantaba a toda voz: ¡Aleluya, aleluya!.

Al final de veinticuatro días de trabajo sin comer ni descansar quedó como enloquecido. La gente pensaba que en verdad había perdido la cabeza cuando expresó en dicho estado ‘de locura’ que las puertas del cielo se abrieron y que el mismo Dios lo ayudó llenándole de inspiración. Cuando finalmente cayó rendido sobre su cama y dejó en su mesa de trabajo la partitura completa de ‘El Mesías’, obra que contiene diferentes canciones entre las cuales se encuentra «Yo sé que mi redentor vive».

El 13 de abril del 1741 fue estrenada su gran obra y más adelante fue conocida en toda Europa, siendo así un éxito rotundo. Handel logró aparecer 34 veces en las presentaciones.

Las composiciones de Handel incluidas en «El Mesías», tales como Aleluya y Yo sé que mi Redentor vive, continúan impactando al mundo al día de hoy. Sin duda son grandes piezas que jamás serán olvidadas.

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